No ha pasado nada hasta el momento, o al menos no ha llegado a nuestro conocimiento. No ha habido denuncia policial alguna hasta el momento, o al menos no ha trascendido la misma. Pero perfectamente podría haber sucedido uno y otro hecho, uno y otro con características graves.
Hacemos referencia a una vereda más de la ciudad de Durazno, de su trama urbana. Con características diferentes a muchas, pero no por ello menos transitada.
La vereda del viejo Molino Antonaccio Caorsi, luce de la peor manera. Los vidrios la pueblan, la salpican acá y allá. Los peatones deben esquivarlos, y así poder continuar su camino. Pero mientras realizan estas acciones, están expuestos a que más vidrios puedan precipitarse desde las alturas con consecuencias graves o gravísimas.
De la vieja industria nada queda. Del viejo edificio, poco y nada. Solamente una añeja estructura de material, ya sin techo, ya casi sin aberturas.
Y las ventanas que aún son parte del esqueleto, con vidrios rotos, algunos ya caídos al vacío interno o externo –léase veredas-, otros pugnando por caer.
El mínimo contacto del viento suponemos que continuará la labor que ya –per se- cumple la ley de gravedad. Apuntando hacia la vereda, todo permite suponer que los vidrios podrían caer en cualquier momento, y no elegirán el momento de veredas vacías. Simplemente caerán.
Entendemos que sería oportuno que la autoridad del gobierno local asuma la responsabilidad de velar por los transeúntes, muchos estudiantes, profesores, trabajadores que utilizan este camino para acercarse a la Terminal Rodó, por ejemplo.
Prevenir sería mejor siempre que lamentar cualquier tipo de tragedia. Porque con esos vidrios en ese estado, es solamente cuestión de puntería y mala fortuna.
