jueves 9 de mayo del 2024

Los duraznenses nos encontramos inmersos en los festejos del bicentenario fundacional de la entonces Villa San Pedro del Durazno, que comenzaron en octubre del año pasado y se extenderán hasta octubre de 2022.
En ese redescubrimiento, encontramos las raíces de nuestra identidad a través de personalidades que se han destacado a lo largo de dos siglos, de vecinos que hicieron su aporte importante a nuestra sociedad y de añejas instituciones que persisten en nuestra historia.

El ingreso de los alumnos ayer fue distinto con carteles que señalaban el cumpleaños de la escuela

Sin lugar a dudas, las instituciones educativas juegan un rol preponderante en esa búsqueda y más aún cuando se trata de una escuela, donde se reciben los primeros conceptos de cultura general, mediante los conocimientos que nos imparten los maestros, pero también donde se va moldeando la personalidad de los niños.
En esa mirada retrospectiva de nuestro bicentenario, encontramos que a tan solo seis años de haber sido fundada la Villa San Pedro del Durazno, a tres años de la declaratoria de la independencia —si tomamos como referencia el acto de Florida del 25 de agosto de 1825— o cuatro meses antes de la fecha definitiva de la independencia nacional —que se registró el 4 de octubre de 1828 con la ratificación de la Convención Preliminar de Paz—, en Durazno, un 16 de junio, pero de hace 194 años, abría sus puertas la Escuela 2, que actualmente lleva el nombre de José Enrique Rodó.
La importante fecha no pasó desapercibida para la comunidad educativa ya que, a instancias de la directora Edith Rodríguez y el equipo docente, se colocaron carteles alusivos a la fecha para que los estudiantes, al ingresar, tuvieran presente que no se trataba de un día común de clases, sino que era el cumpleaños de la escuela, la que hoy cuenta con una matrícula de 430 alumnos y 20 docentes.

Rescatando la historia
Una obra del licenciado Oscar Padrón Favre, titulada Historia de la Educación en Durazno, rescata este proceso constructivo de nuestra ciudad y comenta que, en su inauguración, la escuela se denominaba “Escuela de Niñas”.
En la excelente investigación, Padrón señala: “Un hecho destacable es que a pocos meses de abrir la escuela para varones hizo lo propio una destinada a niñas. Esta primera escuela para niñas que existió en la Villa se confió a Paulina Laredo con la colaboración de Rufina Díaz. Paulina Laredo —madre del destacado oficial patriota Servando Gómez— fue instruida rápidamente en el sistema lancasteriano por Lázaro Gadea. Fue decisiva impulsora de esta institución Ana Monterroso de Lavalleja —mujer emprendedora y de reconocido carácter—, quien desde el año 1826 se encontraba radicada con su familia en la Villa de Durazno, pasando a ocupar, junto a su esposo, el liderazgo social en dicho centro, rol que hasta entonces había detentado Bernardina Fragoso y su esposo Fructuoso Rivera”.
Las escuelas se sustentaron también con el apoyo económico de la población, el que quedó debidamente documentado en las páginas de El Guarda de sus Derechos, que publicó la nómina de vecinos “que han contribuido voluntariamente a la formación de una escuela de educación primaria para niñas que va a formarse en esta villa del Durazno” (El Guarda de sus Derechos n.° 11, 9 de febrero de 1828).
La lista de contribuyentes fue presidida por Ana Monterroso, con la importante suma de $ 50,00 y se destaca la participación de varias señoras.
Tal como lo disponía uno de los decretos dados en Canelones el 20 de mayo de 1827, se designaron juntas inspectoras a los efectos de fiscalizar la marcha de los dos establecimientos y la conducta de los preceptores y propender al éxito de la tarea educativa que en estos se desarrollaba.
La Junta Inspectora de la Escuela de Niñas estuvo integrada por algunas de las damas más destacadas de la Villa: Ana Monterroso de Lavalleja como presidenta, Eusebia Fragoso de Díaz Alcántara (hermana de Bernardina) secretaria, Paulina Irigoyen de Morales tesorera y Panchita Lavalleja (que renunció y fue sustituida por María del Carmen González de Lenguas) y Clara Martínez (esposa del Gral. Julián Laguna) vocales.

La nómina de quienes colaboraron para hacer realidad la Escuela n.° 2
El licenciado Padrón Favre da cuenta de la nómina de vecinos que contribuyeron económicamente a la formación de esta escuela, la que está publicada en El Guarda de sus Derechos n.° 11, con fecha 9 de febrero 1828.
“Doña Anita Monterroso, 50 pesos. D. Ignacio Córdoba, 4 pesos. D. Martín Martínez, 4 pesos. Doña Catalina Alvarado, 4 pesos. D. Manuel Martínez, 4 pesos. D. José Ponse, 2 pesos. Doña María Teresa Montenegro, 2 pesos. D. Lorenzo Laguna, 6 pesos. D. Felipe Sosa, 3 pesos. D. Mariano Quevedo 2 pesos. D. Antonio Pache (¿?), 1 peso. Doña Genara Castellano, 6 pesos. D. Miguel García, 3 pesos. Dr. D. José Rebuelta, 13 pesos. D. Ezequiel González 6 pesos. D. Felipe Duarte (¿??). Doña Pepa Arse, 2 pesos. D. Feliz Borda (¿?), 3 pesos. D. José Lapuente, 8 pesos. D. Vittoriano Belásquez, 1 peso. D. Manuel Díaz, 6 pesos. D. Francisco Taz, 6 pesos. Doña Anita Almada, 2 pesos. D. Juan Márquez, 4 pesos. Doña Ma. del Carmen González de Lenguas, 10 pesos. José Ledesma, 2 pesos. D. José Alburquerque, 40 pesos.”

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