jueves 9 de mayo del 2024

Se trata de un grupo de mujeres emprendedoras que buscan, a través de los talleres brindados en el espacio Encuentro Familias, apoyado por INAU, aprender un oficio y tener una salida laboral. Funciona en el local brindado por el club de niños El Colmenar y trabaja en cadena, solventando los gastos de su taller a través de la venta de rifas y sus productos.

En la actualidad, el taller está integrado aproximadamente por unas 15 mamás y, a los efectos de poder funcionar bien, se reparten las distintas tareas, por lo que algunas tejen, otras cosen y hay quienes cortan los moldes y marcan.
Este es el ejemplo de uno de los grupos de costureras que funcionan en el interior de nuestro departamento y que, días pasados, tuvieron la posibilidad de realizar un encuentro en la localidad de San Jorge para compartir sus experiencias, conocerse y fortalecer los sueños en conjunto.

La docente Silvia Zorozabal junto a las mujeres costureras en la jornada de intercambio

“La idea surgió como un día de trabajo y de intercambio, en el que el grupo que funciona en Sarandí del Yí se trasladara a San Jorge para compartir allí su experiencia y lo que están haciendo. Por ejemplo, a ellas les donaron cajas de ropa, algunas cortadas, otras para hacer, todas para bebés. Entonces la idea era que ellas contaran su historia, la forma en la que se sustentan solas, cuentan con el apoyo de la Intendencia de Durazno, quien se hace cargo de los honorarios de la profesora, pero después nadie les da nada. Ellas se han comprado sus máquinas, todo con su esfuerzo, a través de rifas, vendiendo distintas cosas, y la idea de ellas era que esa donación recibida, luego de elaborar las prendas, donarlas en el hospital Pereira Rossell, en la parte de maternidad, ya que hay bebés que nacen y las madres van de apuro a tener familia y no tienen ropa, también se encuentran mujeres en situación de calle, otras con problemas de adicción, y en eso nos encontramos trabajando”, comentó la docente Silvia Zorozabal, quien fue la impulsora de este encuentro.
Existe la iniciativa de que en agosto se pueda concurrir a Montevideo con las prendas ya elaboradas y entregarlas en tan noble causa.
“Me pareció muy bueno hacer este intercambio de una zona de mujeres que tienen otras vivencias, con un entorno diferente, unas de zonas con mayores dificultades y mayor vulnerabilidad, como es el caso de Sarandí del Yí, que pudieran compartir con las mujeres de San Jorge, para tener un día para compartir y ver qué es lo que hace cada una. Para ello se hizo una exposición, también nos acompañó una psicóloga. La idea es contagiar al grupo de San Jorge para que, a través de ventas en vivo en redes sociales, puedan recaudar recursos que serán destinados a la compra de materiales para sumarse a esa donación”, destacó.
Para el grupo de mujeres de Sarandí del Yí fue una oportunidad única de salir para compartir un paseo en forma distendida y conocer una localidad que muchas de ellas no conocían, porque la mayoría son jefas de hogar, con muchos niños a cargo, y se les dificulta pasear.
“Fue una tremenda oportunidad de salir, contar su experiencia y a la vez haber motivado a mujeres de otro lugar. Es algo hermoso haber logrado ese contagio de entusiasmo y de proyectos, y en el caso de San Jorge también hay un costurero, y está muy bueno porque esto no es solo para mujeres, es para todo aquel que quiera aprender y hacer algo para sí mismo y la comunidad”, enfatizó Zorozabal, quien recorre el interior profundo de nuestro departamento compartiendo sus conocimientos.
Sin lugar a dudas, estas personas, que en el anonimato día a día trabajan por progresar, son fieles herederas de aquellas mujeres que desde el siglo XIX, a través del invento de Howe Spencer y Thimonnier de la clásica máquina de coser, que se distribuyó en todo el mundo —aquellas viejas a pedal, las más conocidas, las Singer que requerían cada tanto ser aceitadas—, se abocaban a la tarea de confección de prendas de vestir.
El paso del tiempo hizo que la modernidad trajera otros lujos con las máquinas eléctricas y aquellas viejas pasaran a ocupar un lugar en el galpón o tuvieran como destino su desarme para ser utilizadas como soportes de mesas, entre otras prestaciones.
Hoy algunas se pueden ver en tiendas como piezas ornamentales o en las casas de antigüedades, todas con miles de historias de aquellas mujeres que compartieron largas horas de sus vidas, en forma anónima, creando prendas para los integrantes del hogar o para los vecinos y así poder ingresar algún pesito que ayudara en la economía familiar.
Es el espíritu de esas mujeres que hoy, en pleno siglo XXI, sus homónimas de San Jorge y Sarandí del Yí, como así también de Cuchilla Ramírez y Villa del Carmen, y tantos otros parajes donde se nuclean para trabajar, han heredado y continuarán transmitiendo a las futuras generaciones.

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