Antes era cotidiano ver y escuchar a los aviones sobrevolar la ciudad de Durazno y hoy nos sorprende.
En la presente jornada, en Antofagasta (Chile), comienza el ejercicio internacional Salitre IV, en el cual por primera vez la Fuerza Aérea Uruguaya no participará debido a la falta de medios, concretamente de motores de aeronaves de combate A-37B Dragonfly, cuya base se encuentra en Santa Bernardina.
Ello pone en evidencia que nuestro país ha perdido en forma dramática su capacidad de protección del espacio aéreo.
Se trata de un tema que se viene arrastrando desde hace años y que, a pesar de haber transcurrido varios períodos de gobierno, de distintos partidos políticos, no se ha encontrado una solución por el alto costo económico que significa la adquisición de aeronaves, máxime cuando el presupuesto es acotado y se debe distribuir en distintas áreas del Estado.
Es importante precisar que el objeto de las normas de soberanía que cada país tiene sobre su espacio aéreo ha sido la regulación del procedimiento para la indagación, interceptación, persuasión y neutralización de las aeronaves que puedan infringir las disposiciones vigentes sobre la navegación aérea, las que incluso están establecidas en la normativa nacional e internacional en el convenio sobre aviación civil internacional, documento que se firmó en la ciudad de Chicago (Estados Unidos), el 7 de diciembre de 1944, y que en nuestro país fue ratificado por ley el 4 de noviembre de 1953.
Se trata ni más ni menos que el ejercicio de la soberanía como supremacía en el ámbito territorial propio del Estado, en este caso del Uruguay.
El documento señalado establece lo siguiente: “los Estados contratantes reconocen que todo Estado tiene soberanía plena y exclusiva en el espacio aéreo situado sobre su territorio”, lo que señala la importancia de proteger el espacio aéreo y marítimo de cada país, donde se debe ejercer la soberanía, respetando y cumpliendo siempre los compromisos internacionales, atento a las amenazas cotidianas ante la presencia de vuelos de aeronaves en infracción de la normativa vigente y que afectan la seguridad de la navegación, o bien aquellos vuelos que representen otro tipo de amenazas, como el transporte de drogas, armas, dinero ilícito e incluso terrorismo.
Ante esta importante responsabilidad que hace a la seguridad de un país, nos debemos preguntar: ¿Uruguay hoy está en condiciones de asumirla? La respuesta es que su capacidad está muy limitada, lo que nos debería preocupar a todos.
Iniciativa del Poder Ejecutivo
Con fecha 29 de junio, el presidente de la República, Dr. Luis Lacalle Pou, junto con el ministro de Defensa Nacional, Dr. Javier García, envió una iniciativa al Senado en la que solicitaba la autorización para que un total de 41 efectivos —entre oficiales y personal subalterno, la gran mayoría de Durazno—, junto con 3 aeronaves de combate A-37 B Dragonfly de la Base Aérea II de Santa Bernardina y 1 avión KC-130H Hércules del Escuadrón 3 de Carrasco, viajara a Chile para participar en el ejercicio combinado Salitre IV, en el que tomarán parte las fuerzas aéreas de Chile, Argentina, Brasil y Estados Unidos, quienes lo hacen con personal y medios aéreos. También estarán presentes Ecuador, Perú e Italia, en calidad de observadores.
En el documento se argumenta la importancia de la participación en este ejercicio. “Su principal objetivo es contribuir a la cooperación e interoperabilidad de las fuerzas aéreas participantes, operando en un medioambiente de elevada complejidad, simulando una coalición bajo el mandato de la Organización de las Naciones Unidas.”
Posteriormente detalla la participación anterior de otros ejercicios como las tres ediciones del Salitre, Cruzex en Brasil y Ceibo en Argentina, todos desarrollados entre los años 2005 y 2018.
“Esta participación ha redituado en un incremento de la operatividad con las fuerzas aéreas amigas, al tiempo que se ha ganado experiencia y el reconocimiento de nuestros pares. Lo que se ha traducido en la confianza, que ha permitido a tripulaciones de nuestra Fuerza Aérea conducir operaciones con liderazgo y fiabilidad de una fuerza combinada”, se agrega. Esta contó con la aprobación y hubiese sido histórica ya que, con la capacidad de tener por primera vez un avión tanque como lo es el KC-130, los aviones de combate podían ser reabastecidos de combustible en vuelo y así evitar hacer escalas para llegar a destino.
La realidad golpeó duramente y debido a problemas de mantenimiento, concretamente de los motores de los veteranos aviones A-37 B, ante la demora de entrega de repuestos que cada vez escasean más, no posibilitaron tener las aeronaves en condiciones para estar presentes en este ejercicio, que si bien es importante por el entrenamiento, más debe de preocupar por la protección de nuestra soberanía.
Primeros A-37 B llegaron al Uruguay en 1976
Los primeros A-37 B Dragonfly llegaron procedentes desde la base McConnell (Estados Unidos), en un vuelo ferry que hizo escalas en Brownsville, Randolph Field, Veracruz, La Aurora, Managua, Panamá, Cali, Talara, Arica y Mendoza y finalmente arribó a Carrasco el 31 de octubre de 1976, hace casi 46 años, y las últimas plataformas se trajeron desde Ecuador en 2014, donadas por ese gobierno, porque los había dado de baja de su inventario en virtud de la adquisición de otro tipo de aeronaves más modernas.
Asimismo, hay que recordar que en el año 2017 fue desafectado el Escuadrón Aéreo 1 (Ataque) con asiento en Durazno debido a la imposibilidad de mantener volando por falta de repuestos a los aviones IA-58 Pucará. Años más tarde hizo lo mismo la Fuerza Aérea Argentina.
Si tomamos en cuenta el estado de situación antes planteado y que la mínima expresión de capacidad de combate de un escuadrón es de dos aeronaves, y eso no se ha logrado para participar en el ejercicio en Antofagasta, la mínima respuesta que hoy posee el país ante una amenaza está resumida a cuatro aviones PC-7U Pilatus, adquiridos en 1992 durante el gobierno del Dr. Luis Lacalle Herrera, padre del actual presidente, los que en el Escuadrón de Vuelo Avanzado de Santa Bernardina cumplen misiones de entrenamiento de las nuevas tripulaciones y a los que se les puede instalar pods de ametralladoras y cohetes debajo de sus alas.
La realidad marca que hoy se cuenta en Uruguay con radares militares —uno fijo y otro móvil—, que pueden captar el ingreso de vuelos ilícitos a nuestro espacio aéreo, pero falta complementar ese sistema de defensa con plataformas con una tecnología más moderna, con radares abordo y con disponibilidad de repuestos que permita una cadena logística para mantenerlos volando.
Debido a una degradación de material que va llegando al final de su vida útil, a pesar del titánico esfuerzo de los aerotécnicos por mantenerlos volando, la capacidad de protección del espacio aéreo del Uruguay se ha venido perdiendo dramáticamente y a la prueba la tenemos los duraznenses, donde antes era común escuchar todos los días a los aviones sobre el cielo de la ciudad, sus motores eran parte de la melodía cotidiana y ahora nos sorprende cuando los escuchamos.