A 50 años del golpe de Estado, dolor es el sentimiento que prima en el doctor Juan Fernando Delgado. Al referirse a heridas que no cierran y sangran todavía, no duda en afirmar que “son culpa única y exclusiva de los militares”, los de antes y los actuales.
Avanzado estudiante de abogacía, cuando el país vivió uno de los momentos más oscuros de su historia, durante el gobierno del doctor Tabaré Vázquez, Delgado fue director de Asuntos Jurídicos y Derechos Humanos del Ministerio de Defensa Nacional. Entre los años 2015 y 2020 tomó parte en las acciones desarrolladas por el gobierno de izquierda en procura de echar luz sobre los hechos que tantas vidas cobraron durante el período de facto.
En nota concedida a El Acontecer, con la voz entrecortada por el dolor, el profesional duraznense habló de recuerdos muy duros de una época de gran actividad política, sindical y estudiantil que lamentablemente cuajaron en el golpe de Estado del año 1973.
Resistencia
Radicado en la capital, junto con su esposa Zulma y su hijo Fernando, “estudiaba en la Facultad de Derecho y militaba en el sector universitario de la UJC (Unión de la Juventud Comunista), y participaba en el gremio estudiantil. Decir lo que uno vivió no es curioso tras la aparición de los archivos del terror en los que, a manera de ejemplo, aparezco yo, mi hermano Miro —que estuvo detenido en el penal de Libertad—, mi padre, mi madre y mis tres hijos, incluido Pablo —que llegó a ir a visitar a Vladimiro—. Estábamos todos fichados, no se escapaba nadie, niños como mis hijos que iban a la escuela, cosa que no imaginábamos”.
Al repasar vivencias, se refirió a la resolución de la CNT (Convención Nacional de Trabajadores), en la década de los 60 y en atención a la situación de América Latina, que expresaba que, en caso de ocurrir un golpe de Estado, iba a haber resistencia. “Cuando esto aconteció, se activó esa resolución, que también había adoptado la Federación de Estudiantes Universitarios. Inmediatamente ocupamos los lugares de estudio. Recuerdo que un día después del golpe, el 28 de junio, dejé a mi esposa y mi hijo para acudir a la universidad junto a cientos de estudiantes de todos los sectores políticos. La cerramos a ‘cal y canto’ para las fuerzas represivas de la dictadura”, contó.
Desde la Teja…
Tras el desalojo de la universidad, hecho que entre otras cosas por temas de logística vinculados con la alimentación se produjo días después, comenzó, en su caso desde su domicilio en barrio La Teja, una militancia más reservada.
“Quedé descolgado, no fui clandestino ni del partido ni de la juventud; fui reserva. Debo haber quedado como persona de confianza por cuanto un año después del golpe de Estado, retomadas las actividades estudiantiles y trabajando en un estudio jurídico, recibí la visita de una compañera preguntándome sobre la posibilidad de recibir en mi casa, para pernoctar, a alguna persona importante que estuviera en situación de clandestinidad. Lo conversamos con mi esposa Zulma y, con las prevenciones y el susto por lo que pudiera pasar, dimos el sí”, expresó.
Quien empezó a ir fue un conocido dirigente, relacionado con Durazno por estar casado con una duraznense: Gerardo Cuesta, dirigente de la CNT, del Partido Comunista. Tiempo después, cuando ya no se quedaba en su domicilio, Cuesta, cuyo sobrenombre de clandestinidad era Ulises, fue detenido. “En atención a ello, por las dudas, quedé fuera de servicio, hasta que una noche se quedó en casa el ingeniero Massera”, agregó.
En Durazno

Ya recibido, Delgado se radicó en la ciudad de Durazno con una marca de los servicios de inteligencia que desconocía; de hecho, asume haberse enterado de algunas cosas hace un par de años. “Como se dice, me tenían fichado, sabían quién era, mi nombre, por suerte no sabían dónde vivía; caso contrario, me hubieran ido a buscar en Montevideo”, indicó.
En el centro del país, la militancia se daba entre amigos, recordó, en charlas en las que se analizaba la situación del país y se veía qué se podía hacer.
Destaca la llegada de Germán Araújo, concretada junto con un grupo de amigos en el año 1984. “Fue un acto precioso, de mucha militancia, en el gimnasio del Club Nacional. Con Perucho y Jorge Menéndez, debimos ir a la Jefatura de Policía a pedir autorización para la organización de esa ‘charla’. No eran actos políticos porque si bien estábamos en el proceso de apertura, estábamos en dictadura”, relató.
Delgado recordó que en ese momento ya se sabía que Wilson Ferreira Aldunate no sería candidato, hecho que generó controversias en el Partido Nacional; es más, una parte de este llegó a manejar la posibilidad de no participar en las elecciones si Wilson no era candidato.
Heridas que no cierran y sangran aún

“Como dice el tango, y sangran todavía”, respondió el dirigente de izquierda al ser preguntado acerca de heridas que, a 50 años del golpe, no han cerrado. “Por estos días, la información da cuenta que el último cuerpo encontrado sería de una mujer; se sospecha que pueda ser de una mujer muy emblemática. Cuando yo estuve trabajando en el Ministerio de Defensa, solo apareció uno, no hay ninguna información de parte de los militares y no creo que los actuales no sepan dónde están. No creo que los actuales militares no sepan dónde está la información para encontrar a los desaparecidos. Hay un secreto inhumano en personas que se dicen y en su carrera hacen gárgaras con el olor. Las heridas que no cierran y sangran todavía son culpa única y exclusiva de los militares: los anteriores, que llevaron a cabo los actos, y los actuales, que no dicen la verdad, sabiéndola. Revela la inhumanidad de estos sujetos, por no decir señores”, agregó con un dejo de impotencia.
Invalorable apoyo internacional

Valoró la “marcada” resistencia desarrollada por los sectores progresistas del país. “No me refiero únicamente al Frente Amplio, sino de diferentes fuerzas contra la dictadura. El ‘insilio’, resistencia interna de gente que se quedó en el país, llevó a que años después lográramos restablecer la democracia”, señaló.
Preguntado acerca de por qué naufragó la resistencia al golpe de Estado, no tuvo dudas en afirmar que el no poder mantener la militancia y la ocupación de los lugares de trabajo en el sector del transporte fue determinante. “Tras el desalojo de universidades y fábricas, se siguió con otro tipo de resistencia, con manifestaciones relámpago, distribución de folletos. Ello aconteció hasta que el 9 de julio se convocó, con la letra de un poema de García Lorca, a un acto a las 5 de la tarde en 18 de Julio. Participaron miles de personas; personalmente tuve la suerte de hacerlo. Hubo una represión importante de parte de las fuerzas militares y policiales con carros lanza agua, haciendo ostentación de fuerza con tanques”, comentó. A pocos días de levantarse las ocupaciones, el transporte comenzó a funcionar y la gente, en medio de una gran propaganda de la dictadura que obligaba a trabajar, retomó sus actividades, continuó. “De a poco se fue diluyendo ese impulso inicial de resistencia popular. La lucha fue más soterrada, manteniendo la llama encendida entre los compañeros y la gente más cercana a los movimientos estudiantiles y de trabajadores con folletería informativa”, añadió. Además, valoró la colaboración internacional hacia el pueblo uruguayo en su lucha contra la dictadura.
Convencido: hoy no sería posible
Al preguntarle acerca de si se están haciendo las cosas bien desde el gobierno, los partidos políticos y el pueblo en general para que hechos como el golpe del año 73 no vuelvan a darse, tras reflexionar unos segundos, Delgado manifestó su convencimiento de que “en este momento, históricamente y geopolíticamente, no es posible que se vuelva a dar. Deseo en el alma que no ocurra, pero lo que se hace bien está bien; a los que hacen las cosas mal no sé cómo hacer para dominarlos”. “En este momento digo que no hay posibilidades de repetir lo que ocurrió”, reiteró.