El lamentable episodio tuvo lugar este miércoles, en momentos que jugaban Villa Guadalupe y La Lanera, en la generación 2012, partido que se desarrollaba en cancha Sueño del Pibe.
Que la sociedad toda se encuentra atravesando momentos complicados, complejos, donde lo más mínimo exacerba los ánimos, los altera, lo vivimos y lo sufrimos en el quehacer diario.
Que esos ánimos se alteran aún mucho más en un campo de juego, sea cual sea el partido y/o la divisional, donde esa «efervescencia» se potencia por la «pasión», y esa irritabilidad se agiganta y llega a límites impensados años atrás, lo observamos todos los fines de semana.
Lamentablemente, en el último tiempo, nos hemos abocado más a informar sobre hechos de violencia en un campo de juego, que hablar del juego mismo valga la redundancia.
Pero es una realidad que se debe contar, visualizar, para que se tomen medidas de fondo y erradicar a los violentos de los campo de juego, y educar a aquellos jóvenes que practican este deporte y que hoy en día se encuentran en una «sintonía» que no es la correcta.
Venimos de un fin de semana pasado de un hecho con amenaza de muerte que involucra a jóvenes de 15 años, donde uno le dijo al otro que «tenía una navaja en su mochila y que al finalizar el partido iba a cortarlo a él y a su madre».
Ahora, este miércoles, esa violencia se trasladó al fútbol infantil, si, como leyó, al fútbol infantil, donde todo debería ser diversión, disfrute, alegría, compañerismo, pero no; los violentos también han ganado terreno en un ámbito donde los «gurises» deberían ir a divertirse, a correr detrás de una pelota.
Pero, los mayores, los que deberían de dar el ejemplo, una vez más se encargaron de mancharon la pelota, le quitaron la alegría a más de 1500 niños e hicieron suspender toda una etapa fútbol, por su lamentable y repudiable comportamiento.
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