Polarización y grieta. oposición y oficialismo. Hoy en Uruguay en lo único que están de acuerdo, es, justamente, que hay una polarización, una grieta, pero la realidad es muy compleja como para reducirla a alguna de esas dos palabras.
Quizás siempre hubo polarización y no se llamaba así o grieta y tampoco se llamaba así, pero como sea, polarización, grieta, son malas para la democracia: son los Trump, son los Bolsonaro. Para ellos la polarización o grieta son buenas, porque es ahí desde donde crecen, desde donde se hacen fuertes.
Por supuesto que la discusión, los diferentes puntos de vista siempre existieron, pero ocurre que ahora han transmutado en la polarización o grieta debido, sobre todo a la llegada de las redes sociales y su impacto que ha facilitado esos posicionamientos extremos.
En el libro “La mente de los justos”, su autor, Jonathan Haidt, explica los mecanismos psicológicos mediante los cuales “las personas se unen a bandos políticos con los que comparten narrativas morales, y una vez que han aceptado una narrativa particular, se ciegan a otros mundos morales distintos”. Estos mecanismos ya estaban en nuestra sociedad, lo que quiere decir que no hay novedad alguna.
Acudiendo al archivo se pueden leer las diatribas de José Batlle y Ordoñez contra la iglesia católica desde las páginas de El Día, por ejemplo, lo que puede dar una nuestra del estado de opinión y de “grietidad” en la que se vivía a principios del siglo 20.
Pero hay palabras, viejas o que tenían otro significado y que de pronto aparecen el firmamento con otra definición, es el caso de la grieta. Cuando alguien habla de “la grieta” o polarización, todos saben a qué se refiere. Es la división social, pero sobre todo política, que se ha generado en estos años de gobiernos progresistas y en especial ahora con el regreso de los liberales de la coalición. Hasta hace poco tiempo los uruguayos, orgullosos y con un dejo de lástima podíamos contar alguna anécdota del tipo de cuando fue a un casamiento en Argentina y estaban los kirchneristas de un lado y los anti kirchneristas del otro.
En verdad, algo parecido había escuchado que pasaba en la Venezuela de Hugo Chávez, solo que allí ya se había llegado a un punto en el que ya no hubo casamiento o se debió hacer fuera del país y en soledad: el novio y la novia. Las familias chavistas y antichavistas no pudieron participar de la ceremonia donde sus hijos se prometieron amor eterno, en Inglaterra.
Pero como siempre ocurre, lo peor de la grieta o polarización que hasta hace poco veíamos con indisimulada curiosidad como degradaba a la sociedad argentina, llegó a estas costas de la mano del Twitter en especial y del resto de las redes sociales y como, desde que Donald Trump acostumbró al mundo a gobernar a golpe de caracteres de Twitter, todos lo hacen y de esa manera abren las heridas que a veces comienzan simplemente con un corte superficial y devienen en otras más graves y profundas.
El problema es que la polarización o la grieta es muy difícil que desaparezca porque si bien se expresa en el terreno político, es fundamentalmente cultural.
Julio María Sanguinetti y José Mujica, dos viejos líderes políticos uruguayos, artífices muchas veces de actitudes que fomentaron la grieta, aceptaron la propuesta de dos periodistas, Gabriel Pereyra y Alejandro Ferreiro, para hacer un libro juntos, un libro anti grieta como una señal de reconciliación política de dos actores políticos que estuvieron enfrentados durante decenas de años y que, además, son ampliamente conocidos en Uruguay y en el mundo.
El libro tuvo previsiblemente más impacto en Argentina que en nuestro país. Es que aquí ya conocemos sus discursos, lo que piensan Mujica y Sanguinetti, pero en Argentina, verlos compartir un libro, una mesa, una charla, es impactante y los argentinos se preguntan si alguna vez se verían en la misma situación a Cristina Fernández de Kirchner con Mauricio Macri, para responderse inmediatamente que no, que eso no iba a ocurrir nunca.
Quizás en nuestro país, donde en algunos sectores no les gusta ver a Sanguinetti al lado de Mujica, algún día la grieta política desaparecerá, pero la social, esa seguirá: los pobres seguirán siendo pobres, lamentablemente.