AFS es una organización de carácter internacional, voluntaria, no gubernamental, sin fines de lucro, que promueve oportunidades de aprendizaje intercultural para ayudar a las personas a desarrollar el conocimiento, las destrezas y el entendimiento necesarios para crear un mundo más justo y en paz.
A través de esta organización, jóvenes estudiantes de todo el mundo pueden tener una experiencia de vida inolvidable en el exterior, así como también las familias al recibir en sus hogares a estudiantes provenientes de recónditos lugares del planeta.
“Vive con una nueva familia en otro país. Disfruta de diferentes tradiciones. Toma el tiempo para apreciar, valorar y profundizar tus conocimientos acerca de otras perspectivas, culturas, religiones e importantes asuntos mundiales.
Abre tu mente a una nueva forma de ver el mundo y ayuda a otros a ver el mundo de la manera en que lo experimentas. Construye puentes entre las culturas mediante a través de amistades que van a durar toda la vida.
Ir a una nueva comunidad educativa, aprender un nuevo idioma y encontrar maneras de conectarte con personas de otras culturas, son habilidades que podrás llevarte de vuelta a casa y usarlas toda la vida.
Descubre cosas nuevas sobre vos mismo y tu lugar en el mundo. Aprende a convertir situaciones difíciles en oportunidades valiosas para crecer y madurar”, se propone desde AFS, invitando a ser parte de esta experiencia.
En este mundo globalizado, la joven estudiante alemana Fritzi Para llegó a Durazno y fue recibida por el matrimonio conformado por Fabián Padula y Gabriela Salaberry y sus hijos Pilar y Gastón.
El idioma, las costumbres y la distancia no fueron obstáculos para que Fritzi rápidamente se acoplara a lo que hoy considera “su familia” en Uruguay e incluso ha ido incorporando costumbres criollas como tomar mate.

“El año pasado, Pilar —que es mi hija— me envió un link para que viera que había una organización que se llama AFS que buscaba a una familia anfitriona para traer a una estudiante de intercambio a casa y entré. Yo siempre comenté que era algo que me gustaba porque tengo una amiga que lo hizo hace muchos años. Me anoté y enseguida me llamaron. Tuvimos una entrevista muy corta, quedamos en una entrevista con la familia, entrevistaron a la familia y lo primero que nos enviaron fueron las tres condiciones que nos pedían ellos, y era que le teníamos que dar una cama individual para ella sola en un cuarto que podía compartir con una hermana anfitriona del mismo sexo, tenía que comer la misma comida de la casa y la teníamos que integrar a nuestra familia como un miembro más”, contó Gabriela, quien luego de haber cumplido estas instancias lo dialogó en familia y todos estuvieron de acuerdo, por lo que se siguió avanzando.
En este sentido, tuvieron una entrevista más extensa con la organización y, posteriormente, recibieron la aprobación para recibir a la estudiante.
“Recibimos información pero sin fotos de dos estudiantes, una de Francia y otra de Alemania. Nos dijeron que podíamos elegir y nosotros respondimos que no podíamos elegir; confiábamos en que la organización tuviera el criterio para elegir la estudiante que se adecuara a nuestra familia.
Luego vino el consejero de AFS, ya que el último requisito era conocer la casa y la cama donde ella iba a dormir.
Después de eso, nos aprobaron y nos dieron el contacto, y un día hablamos con ella y su mamá. Luego tuvimos otro contacto, en el que participaron Fabián y el papá de ella, y luego de un mes ya estaba en casa”, comentó.
Fritzi llegó a Uruguay el 23 de setiembre del año pasado y, un día después, ya estaba en Durazno.
Al principio, la comunicación pudo ser una barrera ya que la joven no hablaba español, pero se entendían en inglés. “Al principio lo más difícil era lograr que ella se sintiera cómoda, sabiendo que estaba lejos de su familia, y ella siempre fue muy dulce, no fue exigente. La verdad que fue muy fácil adoptarla como hija”, remarcó Gabriela.
Una duraznense más
Fritzi expresó que la idea de llegar a Uruguay surgió porque su padre había tenido la experiencia de realizar un intercambio con la misma organización y ello la motivó a repetir.
“A él le gustó mucho y, cuando pensamos en Uruguay, vimos que el camino era muy largo y empecé a querer hablar español. En mi liceo tenía idioma español y sabía algunas palabras. En Alemania, en el liceo, hay que elegir dos idiomas para aprender; además del inglés, también había francés. España no me pareció muy bien y, en Latinoamérica, mis padres tienen amigos en Uruguay, y les dijeron que era muy lindo. La gente es muy bien y la seguridad es importante. Sobre Uruguay no conocía nada, sabía que existía. Lo único que sabía era que durante el covid Uruguay lo hizo muy bien”, relató.
Cuando conoció cuál sería su destino, prefirió no tener mucha información, ya que asegura que le gustan las sorpresas. “Pensaba sobre el mar, mucho campo, y había escuchado algo sobre los gauchos. Cuando llegué, me llevaron a la rambla y me gustó”, dijo.
Una vez que arribó a Durazno, le resultó grato ver tantos árboles en la ciudad, un tema en el que coinciden todos los visitantes a la capital del Yí, más allá de que los duraznenses habitualmente se quejan por el efecto de las raíces o las hojas en el otoño. “Me gustó ver tantos árboles acá, yo vivo en Berlin y no hay árboles, y aquí las plazas son muy lindas”, enfatizó.
La alimentación fue todo un tema debido a que los uruguayos somos altos consumidores de carne, a diferencia de los europeos. “Yo como casi todo, sobre todo muchas verduras y poca carne, y si bien sabía que aquí comían carne, no sabía que tanta”, expresó entre risas Fritzi, ante lo cual Gabriela contestó: “Cuando la aburrimos mucho con la carne, ella cocina y hace unas pastas muy ricas”.
Estudiante en el Rubino
La vida de esta joven alemana en nuestra ciudad es igual a la de cualquier duraznense. Ella se levanta temprano y concurre al Instituto Dr. Miguel Rubino, turno matutino, donde cursa quinto año de orientación científica, para luego seguir sus estudios de diseño gráfico en su país. En la tarde concurre al gimnasio y luego se encuentra con amigas o comparte las tareas en familia.
Al momento de elegir actividades para recrearse, destaca las salidas a comer, donde el chivito es su plato preferido. “Muchas veces voy a la plaza y tomo mate con mis amigos y en las vacaciones fuimos muchas veces al río Yí, donde jugamos vóley”, contó.
“Cuando me vaya de acá, voy a llevarme un mate, yerba y alfajores para compartir con mi familia”, agregó.
La hermana protectora
La “culpable” de que Fritzi llegara a Durazno fue Pilar ya que ella fue la de la idea y quien se la transmitió a su madre. Comparten el mismo cuarto y varias actividades, más allá de que en el liceo no están en la misma clase.
“Yo siempre digo que gracias a mí está acá”, dijo entre risas. “Es una experiencia nada usual, ni en Uruguay ni en Durazno. Es algo que está muy bueno compartir con los demás porque siempre me preguntan cómo es convivir con alguien que no conoces para nada, compartir tu casa y, en mi caso, mi cuarto. Nos llevamos muy bien, aunque a veces me gustaría que estuviera más ordenado el cuarto”, agregó, lo que disparó risas cómplices.
Pilar siempre se ha mostrado como una hermana muy protectora. “Al principio estábamos muy pegadas las dos, yo le traducía todo. El año pasado estábamos en la misma clase y los profesores hablaban, y yo bajito le traducía. Eso fue muy difícil para las dos, fue cuando más la cuidé”, narró.
Al principio, Fritzi era una persona de visita y todos hacían lo posible para que estuviera bien y, con el transcurrir del tiempo, se insertó de tal forma que la adoptaron como una integrante más del núcleo familiar.
“Para mis hijos, ella ya es una hermana, y esas pequeñas cosas que te pueden molestar de un hermano, tanto a una como a la otra, pasa y eso me parece genial”, comentó Gabriela.
El momento más difícil
Si bien parecía que la adaptación a una nueva familia y a otro país, con costumbres e idioma diferentes, era lo más difícil, en realidad ahora lo es el momento de desprenderse de ese lazo familiar que los une, con el que, a modo de ejemplo, hasta se compartió la fiesta de cumpleaños n.° 17 de la joven extranjera.
La despedida será un reto que tendrán que asumir al momento de que Fritzi regrese a su país, y para ello se han preparado.
“Lo hemos hablado en la organización, nos prepararon para ese momento y no lo he pensado mucho. Seguramente la última semana piense: ‘no me queda mucho tiempo’. Por un lado, quiero volver a mi país y, por otro, me quiero quedar acá. Allá me dicen que vuelva y acá me dicen ‘quédate’”, expresó la alemana, quien en su país tiene a sus padres y seis hermanos, menores que ella.
“Yo recomiendo esta experiencia de hacer un intercambio por un año, porque después de los seis meses te sientes parte de acá y, si el intercambio es solo de tres meses, te puede servir para aprender el idioma y nada más. Yo tuve un intercambio cultural, costumbres, relación familiar; está muy bueno”, remarcó Fritzi.
Esta experiencia, llena de amor, armonía y compañerismo, puede servir de ejemplo para que jóvenes duraznenses puedan repetir en otro país y para que otras familias se postulen a recibir a otros jóvenes como Fritzi.
Se trata de una vivencia que seguramente cambia la vida y hace crecer como personas a ambas partes.