Mariela Martínez tuvo un protagonismo nacional durante la pasada edición de Expo Prado, en setiembre. Fue cuando la Asociación Rural del Uruguay decidió homenajearla –a ella y a otras mujeres del campo- y así presentar la labor de una mujer, empresaria agropecuaria, madre, duraznense… al país y al mundo.
Hoy Mariela está atravesando un proceso médico, batallando otras batallas además de la vida en el campo.
Hoy, 8 de marzo, atraviesa su propuesta de salir adelante del mismo modo que lo hizo desde el trabajo rural.
“Antes las movilizaciones por el día de la mujer se reducían específicamente al día 8 de marzo. Ahora ocupa todo el mes de marzo. Y me alegra que así sea porque nos enteramos de nuevos proyectos, retomamos otros, siempre con el afán de superarnos; pero no podemos perder de vista el proyecto más importante que es ser feliz. Yo tengo 60 años de edad y viví siempre en el campo, y es ahí donde me siento en paz, en mi zona. Las mujeres que aún quedan son mayores de 50 años. Me pregunto, ¿que hicimos mal que nos faltan dos generaciones de mujeres? ¿Será que les dijimos ‘vayan a estudiar’ y no les dijimos ‘cuando se reciban, vuelvan y desarrollen un proyecto grande o pequeño de lo que aprendieron’?”.
Las reflexiones de Mariela, que son comunes a muchas mujeres y hombres de campo y ciudad, se vuelcan a El Acontecer desde su sitio de residencia, al interior del departamento de Durazno.
Desde allí agrega “nadie está obligado a vivir en el campo, pero créanme que es un lugar donde se puede parar para pensar. En este mes de marzo no quiero olvidarme de las mujeres de tercera edad, a las cuales muchas veces otras mujeres -hijas, nietas- las ponen en un hogar porque no hay quien las atienda. Lo mismo las niñas, que por distintos motivos no pueden crecer junto a sus padres. Yo he visto de cerca una familia amiga de INAU que vive en el campo y esos niños son felices. Con tantos planes sociales que hay ahora, ¿no sería bueno preguntarle a esas abuelas si quieren ir a vivir al campo? Tendríamos que intentar algo por las que hablan bajito”, concluye Mariela.
Su historia de vida
Nació en el campo, allí donde la cría de ganado se imponía para poder vivir en familia. Se casó un buen día y se mudó a vivir en otro campo, a 3 kilómetros de la familia. Con su esposo emprendió en el rubro ganadero, criando vacas y ovejas.
Adoptaron a Bruno y a Valentina, ampliando una familia que supo cultivar los valores de la tierra. Ellos, los niños, concurrieron a escuelas rurales desde donde se formaron para luego –actualmente- proseguir sus estudios en la ciudad de Montevideo.
Cuando enviudó, tuvo que hacerse cargo del emprendimiento familiar y lo sostuvo como tal.
Vacunos de la raza Aberdeen Angus y ovinos Highlander le permitieron el sustento mensual. “La ganadería me gusta y eso me sienta bien”, dijo en la Expo Prado cuando fue noticia, cuando su historia de vida se conoció para todo el país.
La ruralidad es el norte de Mariela, allí se siente cómoda y plena. Desde allí ha sabido crear y criar una familia.