Este mayo de la Memoria va dejado reflexiones, relatos y recuerdos vivos, compartimos este que realizó la hija de Héctor Giordano, Lucía.
“Héctor, mi padre, no era un padre normal. Era un tipo adelantado a su época ( y diría que hasta en esta época lo sería).
Tampoco mi madre era “normal”, se salteaba todas las formas y protocolos, lo que se esperaba de ella, desestructurada a la enésima potencia, lo saben bien quienes convivieron conmigo y con ella.
Papá estaba absolutamente involucrado en la crianza de su hija, desde elegir mi nombre en adelante (por suerte, porque la lista de mi madre era infame).
Todas las tareas cotidianas eran tan suyas como de mi madre.
Mi tía Mabel, que era mi pediatra, me cuenta siempre que a veces me llevaba él solo al control. Era el único hombre solo en la sala de espera con su bebé.
Estudiando en la facultad de derecho, conoció a mi madre, en el centro de estudiantes, donde los dos militaban.
El ejercicio de su profesión la orientó sobre todo a asesorar a los trabajadores sindicalizados, a veces sin percibir honorarios.
Yo lo acompañaba a esas reuniones.
Siempre creí que no entendía nada de lo que se hablaba en esas instancias, pero ahora creo que de algún modo, por lo menos entendía que se trataba de defender sus derechos.
Porque hay algunas cosas que quienes sentimos en primera persona el terrorismo de estado, entendíamos cosas por ósmosis.
Cómo ejemplo, después del golpe de estado en Argentina, las cosas se fueron complicando. Ya no nos quedábamos en su casa. Y yo jamás pregunté por qué ni de quién era ese lugar dónde íbamos, ni la dirección (nunca miré los carteles indicadores del nombre de la calle).
Cómo entendíamos que era mejor no saber, los niños que pasamos por eso, sigue siendo un misterio para mi.
La última vez que fui a Buenos Aires, los primeros días de Mayo del 78, dedicó un buen rato a explicarme que producían los cambios hormonales en el periodo que me tocaba vivir en ese momento (12 años recién cumplidos y estrenando la pubertad). No faltaron los dibujos con los mamarrachos que me hacían reír a carcajadas.
Nunca me di cuenta que eso no era algo habitual de un padre con su hija hasta muchos años después.
Viajaba sola a visitarlo, tantas veces por año como fuera posible, en avión. Aeroparque tenía una enorme terraza siempre repleta de gente, y papá me recibía y despedía con un paraguas negro para distinguirlo de lejos (cuando el sol rajaba las piedras era bastante ridiculo y gracioso).
En ese último tiempo, con dictadura también allá, me iba a buscar mi tía Sonia, prima de papá, que estuvo muy presente para mí en todos esos años duros. Sonia llevaba el paraguas negro que nunca faltaba en las llegadas y partidas.
Después de ese último viaje mío, apenas un mes después, el 9 de junio, fue secuestrado y llevado al centro clandestino de detención de El Palomar.
Lo siguiente que supimos fue por un amigo que también fue detenido allí y liberado el 5 de Julio.
A partir de allí la película se detuvo en ese cuadro, congelada, por 44 años.
Eso es casi toda mi vida.
Todos entendimos en un punto que no estaban vivos, por supuesto, pero hay un sitio en el fondo del alma que siempre se mantuvo suspendida en ese punto……. No se puede completar el duelo sin un final.
La vida siguió, y siguió, y ya pensaba que nunca más sabría de su final.
Hasta que en Noviembre pasado recibí una llamada….. una voz dulce me decía cosas que no pude retener salvo palabras aisladas que sonaron fuerte: identificación, huellas dactilares, ADN ….. y el nombre de mi padre.
Un grupo de profesionales maravillosos, incansables, invisibles, empáticos y muchas cosas más, buscaron en distintos archivos actuaciones de la policía y registro en cementerios de NN , en ese periodo.
Y así supimos que el 30 de agosto de 1978 fue hallado un “masculino“ NN, herido de bala (muchas) y otros detalles que me los quedo (por el espanto) pero que el cotejo de ese registro dactiloscópico y el tomado a mi padre en la corte electoral, coinciden indubitablemente (así, con esa palabra).
Y llevado al cementerio de Morón, a una parcela y pasados muchos años a un osario, de donde es totalmente inviable identificar los restos óseos. Pero está allí, creo que donde él querría estar, con quienes no pudieron pagar su sepultura y otros que corrieron su misma suerte.
El pasado 13 de mayo, en ese lugar, colocamos una placa en su homenaje, el día que hubiera cumplido 84 años.
Desde el día que en noviembre fuimos a ese lugar, supe que quería dejarle su paraguas, para así nunca más volvernos a perder.
María me interpretó maravillosamente e hizo un mosaico, el mismo que yo fui armando con todas las anécdotas y recuerdos que me han contado todos lo que lo conocieron.
Alivio, porque se terminó la búsqueda a ciegas de décadas.
Pero el dolor de la injusticia y atrocidad es infinito.
Me traje tanto amor de todos lo que estuvieron cerca (física o emocionalmente) que me desborda.
Es un punto y seguido, respiramos hondo, y tomamos fuerza para encarar lo que falta…. ¿Quienes?.
Gracias por todo el amor que me han regalado, todos.
Y gracias a la vida por los padres nada comunes que me tocaron”.
