Por aquellos años el tiempo rendía un poco mas y hasta alcanzaba para ahorrar un poco de él. Fue justo por ese entonces que Don Tito decidió tocar la guitarra, pero tenía una pequeña carencia instrumental, no tenía guitarra. Entonces es ahí, cuando regresó a lo del principio, los ahorros de tiempo reservados después de sus tareas cotidianas de albañil, le permitirían introducirse en el metier de luthier. Pero para no ponerme tan sofisticado en explicaciones gramaticales ni lingüísticas y para que se entienda mejor aquella decisión memorable, debería decir simplemente que después de largar la cuchara, Don Tito se emperró en hacer una guitarra, para lo cual no tenía ni idea, pequeño problema que debería resolver, antes de incursionar en su afán de músico.
El entusiasmo por tocar la guitarra provenía de aquella fotografía de Atahualpa que conservaba en el galpón y que lo incentivó a navegar el mundo de la música.
Desde mi corta edad traté de ayudar en lo poco que pude, porque en verdad el primer diseño de una guitarra por parte del improvisado luthier, daba lástima y estaba entre una especie de laúd y un cuarto de capón. Pero para Don Tito era una guitarra. Entonces fue ahí que metí mano y maquillé la forma del instrumento, aunque aquel lápiz de albañil no daba para mucho y salió lo que salió, pero sirvió como arranque.
La empresa no fue fácil, pero con constancia, mucha destreza manual, pocas herramientas y tiempo, se fue vislumbrando el avance del instrumento y digamos que quedó después de algunos meses, con cuerdas instaladas y todo.
Hasta que sucedió lo que sucedió; mi hermano, avanzado estudiante de guitarra, sin llegar a concertista, fue a verla a pedido de Don Tito, halagó el trabajo, la tomó, la apoyó en sus rodillas y se aprestó a sacarle algún tono, pero el resultado fue nefasto, no solo por lo destemplado de la guitarra, sino porque tenía las cuerdas invertidas.
Don Tito debería de cambiar las cuerdas si quería bordonear algo, o rascar algún valsecito, porque su referente, Atahualpa Yupanqui era zurdo, algo que no había tenido en cuenta.
De cualquier manera la solución fue fácil y Don Tito a fuerza de perseverancia, paciencia y tiempo logró entonar cielitos, milongas y hasta lo escuché decir detrás de un bordoneo; …”Hay un aromo nacido, en la grieta de una piedra, parece que la rompió pa`salir de adentro de ella”, mientras sus dedos agrietados y enormes como troncos viajaban lentos y sin apuro por la cuerdas de su criatura musical.
Dedicado a Don “Tito” Volpe, hombre del Puerto de los Barriles