Mañana domingo se cumplen 40 años del regreso de Wilson Ferreira Aldunate y su familia al Uruguay, luego de un largo periplo de once años pasados en el exilio, residiendo en varios países, tras el golpe de Estado del 27 de junio de 1973.
El primer año lo pasó en Argentina desde donde pretendió dirigir el Partido Nacional junto a Héctor Gutiérrez Ruiz, pero se le hizo imposible, además de que la situación política en el país vecino comenzó a complicarse. En octubre de 1974 se fue a Perú, pero en el país incaico no se sintió cómodo y decidió regresar a Buenos Aires donde se quedó hasta mayo de 1976, cuando salvó su vida al ser advertido que había un plan para matarlo. El 20 de mayo de ese año fueron asesinados sus amigos Gutiérrez Ruiz y Zelmar Michelini, junto con los militantes tupamaros Rosario Barredo y William Whitelaw, mientras que el comunista Manuel Liberoff continúa desaparecido. La opción que quedaba era abandonar Argentina, a un territorio menos hostil, y se asiló en la embajada de Austria, partiendo, posteriormente, a Europa, radicándose en Inglaterra primero, y luego en España, países desde donde comenzó a denunciar a la dictadura uruguaya.
De esa manera se lo vio en las cortes españolas y el senado norteamericano donde logró, por ejemplo, que Estados Unidos suspendiera la asistencia militar a la dictadura uruguaya.
Su accionar en todas las tribunas donde se presentó, lo convirtió en el principal objetivo de los militares, que lo requirieron como “sedicioso prófugo”, señalado por la comisión de varios delitos.
Cuando Wilson anunció su intención de regresar a Uruguay, los militares se apuraron en anunciar que si volvía al país sería detenido y sometido a la justicia militar, pero el líder blanco decidió asumir el riesgo, creyendo que su presencia iba a acelerar la caída de la dictadura y poner en entredicho el espíritu negociador de los colorados, liderados en ese entonces por Julio María Sanguinetti.
Finalmente la llegada de Wilson se convirtió en un hecho político que hundió aun más a una dictadura que ya estaba dando los últimos estertores, huérfana como estaba de apoyo popular. El regreso de Wilson a su país se hizo en dos partes, la primera cuando asistió, en diciembre de 1983, a la asunción de Raúl Alfonsín como presidente constitucional, luego, también, de años de gobiernos militares en la República Argentina. En esa oportunidad Wilson le tomó el pulso a la posibilidad del regreso.
Medio año después y ante el fracaso de las negociaciones que se celebraban en el Parque Hotel, hoy edificio sede del Mercosur, entre los representantes de los partidos políticos y los militares, Wilson decide enfilar definitivamente a su país.
Previo a su regreso hizo tres actos, primero en Porto Alegre, después en la Federación de Box en Buenos Aires y el último en tierra argentina en Concordia. En todos hubo una gran participación de uruguayos que de esa manera se reencontraban con el caudillo blanco, quien hasta ese momento se comunicaba con ellos a través de los recordados casetes que pasaban de mano en mano.
Fue en la Federación de Box cuando anunció públicamente su decisión de regresar a Uruguay: “mi disposición es, voy porque harán conmigo solo lo que ustedes permitan” les dijo a los presentes.
La fecha elegida fue el 16 de junio. En la noche previa, miles de uruguayos se reunieron en el puerto de Buenos Aires para despedir a Wilson que viajó en el vapor de la Carrera Ciudad de Mar del Plata II, junto a un grupo de amigos correligionarios y periodistas.
El arribo del líder blanco al puerto de Montevideo se hizo en medio de un gran operativo militar que incluyó la movilización de la Armada Nacional y el acuartelamiento total de las tropas y la acostumbrada diatriba de los militares para infundir temor en la población.
Al pisar suelo uruguayo fue detenido junto con su hijo, Juan Raúl, quienes fueron trasladados a cuarteles en el interior del país. Wilson a Trinidad y su hijo a Paso de los Toros.
El proceso de institucionalización del país se aceleró y con Wilson preso, Líber Seregni libre pero proscripto, al igual que Jorge Batlle, el Partido Colorado, el Frente Amplio y la Unión Cívica llegaron a un acuerdo que se dio a conocer el 3 de agosto de 1984.
Como consecuencia del arreglo, conocido como el pacto del Club Naval, del que no participó el Partido Nacional, la dictadura convocó a elecciones el 25 de noviembre de 1984, en las cuales no pudieron participar los dirigentes que se encontraban proscriptos. En esas elecciones fue elegido presidente Julio María Sanguinetti del Partido Colorado.
Cinco días después de celebradas las elecciones, el 30 de noviembre, Wilson fue liberado de su prisión y ese mismo día, ya en horas de la noche, hizo un discurso desde la explanada municipal montevideana y al igual que había hecho Seregni el 19 de marzo de ese mismo año, el mismo fue contemporizador y mesurado, mirando por el país más que por los apetitos personales.
Hoy el país está inmerso en una campaña electoral y, como ocurre casi invariablemente desde la muerte de Wilson, todos los sectores del Partido Nacional reivindican al wilsonismo, cosa que ya era difícil aun en vida del caudillo blanco. Incluso hasta dentro del Frente Amplio se reivindican las ideas de Wilson. Su propio hijo Juan Raúl milita en filas del Espacio 609 del Movimiento de Participación Popular.
Sin embargo, es muy difícil decir dónde residen hoy las ideas de Wilson. Quizás se podría decir que Wilson no es de nadie y es de todos, porque en todo el sistema político se ha alojado, aunque sea en parte, algo del ideario wilsonista.