Son las 8 de la mañana de un martes cualquiera, este 21 de marzo de 2023. Un día como tantos en la pollería de Ansina y Varela, en la ciudad de Durazno. Julián comienza la jornada con las tareas rutinarias, sacando carteles, ordenando y limpiando. Lo acompaña una funcionaria de limpieza, una mujer que desde hace tiempo se desempeña en la empresa.
Son las 7.59 horas, la hora exacta en que las vidas de ambos duraznenses comienzan a tener un vuelco.
“Yo estaba abriendo como todos los días, a las 8. Eran las 7.59, me estoy fijando ahora en la grabación de la cámara de seguridad. Estaba yo y una muchacha que limpia cuando en ese momento llegan dos hombres en moto, encapuchados. Uno se baja de la moto con un arma en la mano; el otro queda sobre la moto, afuera. Lo primero que hace es encañonar a la mujer y pedir plata; pedía plata. Yo le dije que no estaba la plata, que no teníamos allí. Entonces me pega con el arma en la cabeza —me generó un chichón— y se pone nervioso. Apuntó con el arma a la señora en la cabeza y yo me asusté. Me acordé que de la noche anterior había dejado unos billetes y se los di todos, todo lo que tenía; no llegaba a 3000 pesos. Cuando se estaba yendo, ve los celulares que estaban sobre la mesa y los toma, se los lleva y sale para afuera. Cuando sube a la moto, se le caen los teléfonos, yo salgo y empezamos a forcejear, y en un momento hasta se le cae el arma”, narra Julián en diálogo con El Acontecer, horas más tarde de la rapiña.
Temblaba
El miedo se instala en quienes escuchamos el relato de Julián, la víctima del hecho. El mismo miedo que tiene que haber generado en las dos personas que sufrieron el ataque armado en la mañana del martes. Y ese miedo también se trasladó al malviviente que esperaba en la moto, a juzgar por los dichos de Julián.
“No se esperaban que yo fuera tras de ellos, ahí forcejeamos y me doy cuenta que el hombre que manejaba la moto estaba temblando. El que entró al comercio le gritaba ‘quemalo, quemalo’; fue ahí cuando recién me di cuenta lo que podía pasar. El tipo efectúa dos disparos, yo le tenía agarrado el brazo y no me acierta en ninguno de los dos tiros; de hecho, uno salió para arriba. Ahí pensé que se me terminaba la vida”, relata el comerciante.
Forcejeos, lucha, disparos, amenazas.
Todo sucede en un breve lapso de tiempo, instante durante el cual un vecino de la pollería pudo observar todo lo sucedido, pero no intervino.
“Un vecino miraba y no me ayudaba. Yo pensaba que si me hubiera ayudado, los habría retenido allí mismo. El que entró al comercio está prácticamente identificado porque perdió todo en la lucha; el otro no porque seguía encapuchado”, cuenta Julián a este medio.
Consultado sobre la seguridad del local comercial, destaca que las cámaras de videovigilancia funcionaron de buena manera, grabando todos los hechos, al punto que le permiten a la Policía establecer las identidades.
Se trata de 3 cámaras interiores y 2 exteriores.
“Yo al tipo que me atacó no lo conocía”, subraya.
El dinero sustraído no llegó a 3000 pesos. “Se llevaron menos de 3000 pesos, pero perdieron 800 acá en la entrada del local, también perdió el morral —donde guardaba los billetes—, un par de cuadras hacia La Amarilla también se encontró dinero; por tanto, se quedó con muy poco”, concluye Julián, quien celebra seguir con vida después de un ataque armado “que jamás imaginé que me pudiera pasar”.