No sucedió la convocatoria de los activistas que, a través de las redes sociales, habían convocado para el sábado pasado, sobre las 14:00 horas, al ingreso del Bioparque Washington Rodríguez Piquinela, para criticar la permanencia de la osa Eva en ese lugar y solicitar su traslado a un santuario.

Como informamos en ediciones pasadas, desde hace un tiempo había cobrado fuerza, a través de las redes sociales, el planteo de activistas que pretendían ser escuchados para que la osa Eva, quien llegó hace más de un año a Durazno, proveniente del zoológico de la ciudad de Salto, sea liberada en un santuario.
La página denominada “Liberen a Eva” realizó la semana pasada la siguiente convocatoria: “Nos juntamos este sábado 12 de noviembre afuera del Bioparque de Durazno a las 14:00 horas. Te esperamos, sumate a esta causa. 25 años en cautiverio, liberen a Eva”.

Lo cierto es que el sábado, a esa hora, la explanada frente al ingreso al paseo público se encontraba desierta; solamente estaban integrantes de la Comisión de Apoyo de la institución encargada de la venta de entradas esta semana y algunos visitantes, entre ellos una delegación de la escuela 119 de Santa Rosa, que en viaje didáctico conoció el casco histórico, el Parque de la Hispanidad y el Bioparque.
Cabe recordar que, tomando en cuenta la repercusión que el tema había tenido, donde incluso en medios nacionales se abordó esta situación, el intendente de Durazno, Lic. Carmelo Vidalín, mantuvo reuniones con especialistas nacionales e internacionales y posteriormente brindó una conferencia de prensa, en la cual compareció junto con la Dra. Mónica Acuña y Juan Villalba, coordinador del Bioparque M’Bopicuá. También se destacó el contacto mantenido con el Dr. Vet. Fabricio Rassy del zoológico de San Pablo (Brasil), un referente a nivel latinoamericano en la materia. Allí se remarcó el óptimo estado de salud de las osas Eva y María.
María y Eva, los únicos ejemplares de oso pardo en Uruguay
María de 34 y Eva de 31 años, hermanas pero de distinta camada, son las únicas oso pardo existentes actualmente en Uruguay. Ambas se encuentran en el Bioparque Washington Rodríguez Piquinela de la ciudad de Durazno y gozan de un muy buen estado de salud.
Esta especie habita en los bosques maduros de Europa, Asia, zona templada y América del Norte y, en ese vasto territorio, aparece bajo cierto número de subespecies, que se diferencian unas de otras por la coloración y el tamaño.
Su longevidad es de 25 a 30 años (máximos conocidos de 34 años en estado silvestre y 47 en cautiverio). Aquí en Durazno un ejemplar macho vivió casi cincuenta años.
Tiene una longitud corporal de entre 1,50 y 2,95 metros, dependiendo de la subespecie, y una altura en la cruz de hasta 1,30 metros. Su peso también varía, desde los 100 hasta los 675 kilogramos. El color es muy variable de un individuo a otro. Puede variar entre el marrón muy oscuro y el dorado claro, pasando por diversas gamas de grises.
Las crías suelen presentar un collar blanquecino más o menos amplio alrededor del cuello, marca que habitualmente desaparece a partir de la primera muda al año de edad, pero puede quedar algún resto en los adultos. El pelaje se renueva una vez al año, en la época estival.
La visión no la tiene muy desarrollada comparada con otros sentidos, aunque sí puede ver en color durante la noche. A larga distancia reconocen formas, pero no detalles, y detectan mucho mejor animales u objetos en movimiento que inmóviles. En algunas situaciones desfavorables pueden erguirse sobre sus patas traseras para aumentar su campo de visión.
Su oído es extremadamente agudo y desarrollado, al igual que el olfato, que es excelente, finísimo, su sentido más desarrollado y el que más les ayuda en su vida cotidiana. Gracias a él pueden detectar a larga distancia muchas de sus fuentes de alimento y el estado sexual de otros ejemplares durante la época de celo.
Sus mandíbulas tienen cuatro caninos o colmillos, puntiagudos y robustos, como los de otros carnívoros. Sin embargo, la presencia de incisivos —aptos para cortar hierba y tallos— y de molares amplios y aplanados —capaces de triturar alimentos de origen vegetal— hacen que la dentadura de los osos pardo esté perfectamente adaptada a un régimen de alimentación omnívoro.
María y Eva se encuentran cada una en recintos de una dimensión de 350 metros cuadrados y cuentan con enriquecimiento ambiental, árboles, arbustos, piedras, piscina y dormitorio con aire acondicionado. Su alimentación es variada en proteínas de carne equina, pescado —se destaca la especie sábalo—, huevos cocidos, frutas, verduras y miel.