El CAIF Los Teritos cumplió 30 años y lo celebró con niños, familias y educadores, promoviendo una crianza positiva, saludable y respetuosa.
Treinta años de amor, juego y acompañamiento en Los Teritos
El CAIF Los Teritos cumplió 30 años de vida institucional y lo celebró junto a su comunidad educativa en un encuentro marcado por el afecto, la alegría y el compromiso compartido. Niños, docentes, familias y trabajadores del centro se reunieron el pasado viernes para conmemorar este camino sembrado de vínculos y aprendizajes.
Ubicado en la ciudad de Durazno, este Centro de Atención a la Infancia y la Familia ha sido, durante tres décadas, un lugar donde se cultivan las primeras experiencias de socialización, cuidado y educación, siempre bajo una misma consigna: la crianza positiva, saludable y respetuosa.
Una historia construida entre muchos
Fermina Olveira, actual directora del centro, expresó: “Nuestras acciones como Centro CAIF buscan fomentar el acto de cuidar con orientación a la familia, apoyándola permanentemente en su transcurso por la institución”.
Agradeció especialmente a la asociación civil que gestiona el centro, y reconoció la labor de todas las personas que han sido parte de su historia: cocineras, auxiliares de servicio, asistentes sociales, sicólogos, psicomotricistas, maestras, educadoras y gestores.
“Cada uno, desde su rol y compromiso, ha contribuido a construir un espacio tan valioso donde las familias han generado un verdadero sentido de pertenencia”, afirmó Olveira.
También hizo una mención especial al equipo técnico actual, así como a las familias y niños que forman parte del centro en este 2025: “Nos eligen y confían en nosotros cada día”.
Una educadora, tres décadas de entrega
Uno de los momentos más emotivos de la celebración fue el reconocimiento a Teresita Ruso, educadora que cumplió exactamente 30 años trabajando en la institución.
“Su entrega, compromiso y calidez han dejado una huella profunda en generaciones de familias que siempre la recuerdan con mucho cariño”, señaló la directora.
Teresita recibió un presente como testimonio de gratitud por su labor ininterrumpida durante tres décadas.
En torno a una torta simbólica y significativa, se cerró una jornada que celebró mucho más que un aniversario: celebró el tejido de afectos, el compromiso comunitario y la esperanza puesta en las infancias.











