martes 23 de abril del 2024

No hay político uruguayo, de todas las tendencias, que no diga hoy en día que es muy pronto para hablar de candidaturas, de elecciones, pero la verdad es que no dan un paso sin pensar en ellas. Es el eterno doble juego.

Si nos atenemos al almanaque, las elecciones todavía están lejos, las presidenciales y parlamentarias se llevarán a cabo el día domingo 27 de octubre de 2024 y en caso de que ninguno de los candidatos llegue a una adhesión del 50 % +1 del total de votos se realizará una segunda vuelta, el día domingo 24 de noviembre de 2024.

Sin embargo, si un extraterrestre llegara a Uruguay en estos momentos creerá que estamos en plena campaña electoral, sobre todo por la cantidad de informaciones que surgen alrededor del oficialismo y de la oposición.

El que la tiene más complicada ahora parece ser el gobierno, porque en la consideración de la ciudadanía, aunque comienza a aparecer tímidamente el rebrote del Covid, en el tope está la economía familiar: los ingresos de las personas, tarifas, inflación y empleo. Pero no solo eso, porque además del factor económico emergió la otra gran preocupación de la población: la inseguridad, aquella que el oficialismo creyó que podía a resolver en un “pim, pum, plas”, con un eslogan: “hay orden de no aflojar”.

POR PARTES
La economía doméstica, esa, la diaria, la de llenar el carrito cuando se va a la feria, da cuenta que el volumen de los ingresos de los hogares y las personas cayó en un porcentaje que se sitúa promediamente en alrededor del 5% en el período. Esto es una estimación, porque no ha sido igual para todos, como siempre. Cuantos menores sean los ingresos, y acá estamos hablando de los que los reciben, ya sean asalariados o jubilados, habrá una importante parte de los gastos que no pueden posponerse. El debilitamiento del dólar también trajo quejas, pero no de la clase media y pobres, sino de los llamados “malla oro”, aquellos que reivindican “los principios de la libre empresa y los derechos del empresario”, pero que hoy piden ayuda al Estado, aquellos que colocan pegotines en sus costosas SUV híbridas, “Bajen el costo del Estado”.

La inseguridad. Como siempre hay distintas miradas: la oposición dice que está creciendo, el oficialismo, por el contrario, muestra que las cifras de varios delitos, como rapiñas o hurtos, son mejores que en 2019, lo que también es cierto. Es una lucha de cifras, pero los fallecidos en acciones violentas se apilan todos los días, en una disputa macabra de quien tiene más o menos muertos durante su gestión.

En medio de este tironeo la inexplicable entrega de un pasaporte a un narcotraficante, “peligroso y pesado” como lo calificaron a Sebastián Marset desde las mismas entrañas del Ministerio del Interior, lleva a confusión, sobre si en verdad se está luchando contra estos empresarios sui generis, delincuentes, en fin, que trafican sustancias ilegales, lavan dinero y, que, además, usan el poder del dinero, mucho, para corromper.

SUSPICACIA, DESCONFIANZA Y APATÍA
Situaciones como las que involucraron al excustodia presidencial, Alejandro Astesiano, y su accionar, desnudó a un sistema político permisivo y hasta se podría decir, por lo menos, inexperiente, en la elección de ese tipo de personal, sobre el que en principio no hubo ni hay ningún tipo de elección profesional. El principal afectado en esto ha sido el propio presidente y el tiempo dirá cómo incide en la gestión y en su imagen a futuro y la de su partido, si es que se llega a demostrar que estaba al tanto de las maniobras delictivas de su casi mano derecha. En la población este tipo de hechos ha generado suspicacias, desconfianzas y también cierta apatía por la saturación de información, que ya no sorprende, lo cual no es bueno para la salud democrática del país.

Por el lado de la oposición, el Frente Amplio se ha fortalecido en su capacidad de movilización: la campaña sobre el referéndum de la Ley de Urgente Consideración incidió. Hoy el FA volvió a tener en las encuestas ese 40 por ciento que ha sido su base a mitad de período. Igualmente el FA debe mirar para su interna, porque aunque hoy ha elevado su consideración, positiva, entre la población, tiene sus problemas internos, que advierten sobre otros de futuro que pueden venir cuando se esté más cerca de las elecciones y haya que definir candidato. El episodio que tuvo como protagonistas a Carolina Cosse y Yamandú Orsi con relación a la presidencia del Congreso de Intendentes es la fotografía que en el FA muchos no quieren ver.

Esto trae de la mano que quizás ese aumento de la popularidad del FA no se deba solo a su accionar, sino a los errores que ha cometido la coalición y, en especial el gobierno, y en ese tren se puede visualizar que entre la militancia y aún más, en algunos dirigentes, un regodeo de que “cuanto peor, mejor”, un eslogan cultivado en los jardines de la izquierda en los años pre-dictadura. El “cuanto peor, mejor”, en realidad, al final del cuento, es “cuanto peor, peor” porque los que pagan son los más desfavorecidos, siempre. La historia así lo demuestra.

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